domingo, 9 de enero de 2011

HERENCIA. Sobre padres y madres, sobre abuelas y abuelos


Nos hablaron y nos escucharon. Con su mirada fueron guiando nuestros primeros pasos y de su mano conocimos las sencillas maravillas del mundo: los contornos, las caricias, los colores, la música.
Sonrieron con nosotros y por nosotros. Nos marcaron el límite y nos dejaron volar.

Seguro, que errores cometieron. Seguro, que no fueron lo ideal. Seguro, que alguna vez no hicimos lo que esperaban, y podrá haber estado bien o mal, pero poco importa.

No importa tanto lo que nos hayan dicho, lo importante es como nos hicieron sentir y las intenciones que tuvieron. En la balanza pesa haber sido escuchados atentamente cuando sólo balbuceábamos y el hecho de que, sin reprochar ni pedir, se hayan sacado algún dulce, que era para ellos y nos lo hayan dado a nosotros. De esa forma nos dejaron un legado: el amor es eso: es sentir que lo que le sucede a otro es tan importante como lo que le sucede a uno mismo: Es sentir que no perdemos aunque parezca que perdemos, es saber que podemos balbucear y aunque el mensaje no sea claro, no esté dicho de la mejor manera: a alguien le importará tratar de comprendernos (y viceversa)

Un día decidieron que su tarea estaba cumplida y partieron. Y en ese "adiós" nos dieron un último regalo, que parece despedida pero es un comienzo.
A partir de ese día, nuestros ojos ven más. Nuestra mirada se duplica porque ellos nos regalaron su mirada. Nuestras experiencias se nutren, porque ellos nos donaron para siempre sus historias. A partir de ese día nuestro corazón se agranda, por eso el dolor, porque todo cambio importante duele un poco, y así se instalaron en nosotros definitivamente. Vienen con nosotros en una fragancia, en un par de colores, en un recuerdo, o en un sueño.

Nos vamos a encontrar con ellos en las cosas importantes, a la hora de elegir, de optar, a la hora de empezar o terminar un proyecto, en la lágrima de la soledad o en la lágrima de la felicidad.
El abrazo del alma, ese que alguna vez nos dieron, cuando éramos pulgas inocentes, es el único que en un eco profundo trasciende, vence al tiempo y se repite haciéndonos volver a sentirnos juntos, sencillamente porque nuestras almas están abrazándose.
Alguna vez compartiremos la realización de un sueño loco. Un festejo nos encontrara bebiendo de una misma copa. Nos descubriremos en un gesto idéntico. Nos detendremos a reflexionar si aprobaría o no, lo que estamos por hacer. Alguna vez nos dolerá, mucho y bien adentro, su ausencia corporal. Pero en un atardecer o en un amanecer, vamos a sentir que lo que le sucede a otro es tan significativo como lo que nos sucede a nosotros, entonces sabremos que la semilla germinó y todo valió la pena. Hemos de dejar en alguien una semilla con mucho de nosotros y también algo de ellos. Y de esta manera hemos honrado a quién tanto nos dio. Ya nunca los olvidaremos, puesto que un día decidieron quedar eternos en nuestra memoria, en alguna mirada, en parte de nuestro sentir y en una huella única y profunda en nuestra alma.
- Rafael Ton -