lunes, 31 de octubre de 2011

Debate: Politiquero, político, líder.

El politiquero deja de serlo y evoluciona realmente, cuando en lugar de buscar saludar a muchos, sonreír y buscar réditos, se pone a caminar e interpreta los sueños y las necesidades de los que conoce y de los que va conociendo, entonces empieza a ser político.

Y será buen político cuando gestione la edificación de esos sueños ajenos, como si fueran propios y consiga remedios para los que más urgentemente lo necesitan y sienta real alegría por ello.

Quizás allí entonces, sepa advertir la diferencia entre: necesidades reales, tales como vivir dignamente, tener oportunidades concretas de estudiar, trabajar, curarse o las pretensiones burguesas que le van a querer vender como lo prioritario, entonces podrá elegir el camino correcto, el de ayudar a levantar al que menos tiene.

Y cuando no deje satisfechos a todos pero sí a la mayoría, sin hipotecar la institución o geografía que le toque dirigir, entonces se podrá convertir en un líder, y cuando ya no piense en los votos y trabaje en pos de lo que dejará cuando no esté, es decir en el mañana, entonces tendrá la oportunidad de hacer cosas muy grandes, y de ser una leyenda viva, irremplazable en su tiempo y admirado y querido como pocos.

Cuando el horizonte es uno mismo y nada más, te hace un frustrado. Te vuelve ciego aún viendo y es tal el peso del egoísmo ventajero, el ejercicio diario de la mezquindad que te lleva a arrastrarte en lugar de caminar y así se puede avanzar muy poco…



viernes, 28 de octubre de 2011

Una relación dificil

"...La cuestión es así: a orillas del lago Tiahuanaco Castelli convoca a los indios de la región a una asamblea. Entonces les habla, fogosamente les dice sus más hondas verdades, las que dan sentido a su vida y a la expedición que lo ha llevado desde Buenos Aires a ese lugar remoto. Dice: “Os traigo la libertad. Estamos en lucha contra el yugo español. Os traigo las nuevas ideas. Las de Rousseau. Las de los Enciclopedistas. Las de la Revolución Francesa. España sólo puede daros el atraso, la oscuridad y el yugo de la tiranía. Yo os ofrezco la vida republicana y libre. ¡Elegid! ¿La tiranía o la libertad? ¿Qué queréis?”. Según parece, los indios respondieron: “¡Aguardiente, señor!”. Reflexiona Salvador Ferla: “Los indios escucharon a este tribuno porteño, ardiente y honrado como el Che, con la misma enigmática impavidez con que lo escucharían a éste 150 años después”. Lo que nos lleva al Comandante Guevara.

En su Diario, el 22 de septiembre, el Che anota: “Alto Seco es un villorio de 50 casas situado a 1900mts. De altura que nos recibió con una bien sazonada mezcla de miedo y curiosidad (…) por la noche Inti dio una charla en el local de la escuela a un grupo de 15 asombrados y callados campesinos explicándoles el alcance de nuestra revolución”. Y, en el resumen del mes, una confesión dolorosa: “La masa campesina no nos ayuda en nada y se convierten en delatores”.

Quedan, así, planteados los temas que separan y oponen a políticos e intelectuales. Castelli y Guevara son ejemplos nítidos de hombres cultos que emprenden una revolución bajo el imperio de sus ideas. No son pragmáticos, son idealistas. Un pragmático (y todos los políticos terminan asumiendo esta actitud cuando discuten con los intelectuales) es alguien que pone en sintonía, por decirlo así, la realidad y la razón. Un político es un mago en el arte de las resistencias de lo real. “Esto se puede, esto no se puede”. Cree conocer siempre hasta dónde se puede llegar. Y (sobre todo) hasta dónde no. No tiene una concepción identitaria del poder, sino sumatoria. “Vamos con todos los que quieran venir. No importa que, al ser tantos y tan diferentes, no sepamos qué somos. Sabemos qué queremos: el poder. Nuestra identidad es ésa: la conquista de los espacios, de las intendencias, de los medios masivos, de todos los territorios. Aunque no sepamos qué hacer cuando los tengamos.” Perón era ejemplar en estas cosas: “Si quiero llegar sólo con los buenos voy a llegar con muy pocos”. “La función del conductor es manejar el desorden”. “En un movimiento, en cuando a ideología, tiene que haber de todo”. “Cuando se hacen dos bandos peronistas yo no estoy con ninguno. Estoy con los dos: hago de Padre Eterno.” Así le fue: llegó a Ezeiza “con todos” y ahí estalló el aparato pragmático que había forjado. No pudo manejar el desorden. El “desorden” lo manejó a él y lo mató en menos de un año...."

"...Fijemos lo siguiente: el político suele incurrir en un exceso de realidad y en una carencia de ideología. El intelectual (acaso los ejemplos de Castelli y Guevara lo hayan explicitado) incurre en una carencia de realidad y en un exceso de ideología. Esta situación debiera acercarlos, ya que cada uno puede otorgarle al otro lo que carece, o aquello que es, pongamos, su “punto débil”. Sin embargo, no. Cada uno cree que el otro representa “excesivamente” aquello que le da identidad. El intelectual cree que el político concede demasiado al pragmatismo, a la sumatoria acrítica, a los pactos, a los abrazos, a las fotos con personajes unívocamente detestables, al aparatismo, a las concesiones a las boberías mediáticas o, sin más, a medios canallas “que la gente lee y en los que hay que estar”. El político cree que el intelectual sobreactúa su sentido crítico, que busca una pureza imposible, una pureza que es casi la negación de la política, que jamás será un “orgánico”, que antepone las ideas a la realidad, que desconoce las asperezas de lo real, del poder, de los grandes aparatos nacionales e internacionales con los que hay, necesariamente, que “dialogar”.
Fragmentos de una nota de José Pablo Feinmann (La historia desbocada)