lunes, 26 de diciembre de 2011

¡Hey! ¿Despierta!


Todo parece indicar que una vez que nos vamos, aquí no se vuelve. ¿Por qué no arriesgarse y andar y tener constancia para llegar a donde uno quiere? ¿Para qué hacer sentir mal a quién uno quiere? ¿Para qué dejar que pese más tu miedo que tus ganas? ¿Para qué vivir si no intentas otra cosa que no sea hacer lo esperable? Hoy mismo puedes comenzar a hacer de tu vida una gran historia. Puedes regalar algo a los demás, algo que ellos necesiten y no algo que tu creas que necesitan. Puedes escuchar, observar, pensar y actuar, sintiendo como propia la suerte de la gente que te toca encontrar en tu camino. Agradecer lo que tienes, ocuparte en dejar una enseñanza, un camino, una bandera que alzar a los que vienen detrás de ti.

¡Hey! ¿Y si es tu ultimo día y lo pasas mirando televisión, no miras el sol o las estrellas o la lluvia, no te abrazas con nadie, no haces ni un sólo favor y pasas tu último día quejándote de un realidad que te empecinas en ver mala y enorme, para decidir que nada puedes cambiar porque es demasiado grande. Si en el fondo tú sabes que puedes cambiar algo: tus modos, tus acciones para con los demás, los recuerdos que podes dejar.

¡Hey! Puede ser un gran error si estas recriminando a alguien que no te quiere, en lugar de realmente demostrarle amor, haciendo lo que el otro necesita, que quizás pueda ser tomar distancia o tratar de que mejores en algo.

“Cada vez que nos dormimos, ensayamos la muerte. El sueño nos exige soltar todos los controles, toda meditación, toda actividad. El sueño nos exige entrega y confianza, abandonarnos a lo desconocido”.

Por eso los instantes antes de dormir son tan importantes, allí podemos encontrarnos con lo que hicimos o con lo que no hicimos; con el arrepentimiento o con la tranquilidad y el orgullo. Podemos analizar y entusiasmarnos con lo que nos queda para llegar a una meta.

Cada vez que vamos a dormir, en el instante previo, aunque a veces lo evitemos, sea corto o largo el tiempo que le damos a la última reflexión, podemos darnos cuenta qué hicimos en nuestro día, qué hicimos en nuestra vida; si ayudamos a alguien, si fuimos más allá del pequeño límite que somos nosotros mismos.

¿Concretamos algo por alguna causa que va más allá de nosotros?

¿Realizamos algo para cambiar lo que nos parece injusto?

¿Hicimos algo hoy para que nos recuerden bien si no volvemos?

¿Valoramos el hecho de estar concientes y poder disfrutar de sentir, de respirar, de comer, de saciar la sed, de movernos?

¿Agradecemos realmente lo que tenemos e hicimos algo por los que no tienen la suerte de tenerlo?

Eduardo Galeano dice: “Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

Convivimos con el error, el nuestro y el ajeno, nada de lo que haga el hombre será perfecto porque el hombre nace de lo incompleto, no existe lo ideal pero el hombre que más se distingue, que más es querido, que más orgullo sin vanidad tiene, es aquel que lucha por sus ideales, aquel que trasciende luchando por una causa que es a favor de otros.

Y así será, como en la noche más oscura, sin moverse a pesar del fuerte viento, un faro, un pequeño faro, emite insistente, constantemente cada noche, su luz. Hay noches donde la luna brillante lo opaca, hay noches donde sólo se puede ver aquello que el faro ilumina. El faro está convencido de su misión, porque sabe que no faltará una noche donde salvará vidas. Y alguna de esas vidas, quizás, pueda mejorar en algo nuestro mundo. Y entonces vale el esfuerzo.

Un faro ilumina. Ojala tengamos el tesón de un faro con nuestros ideales, que no sea todo ver qué provecho sacamos sino ver qué hacemos por un lugar mejor, una vida mejor por los demás y también por nosotros. A veces no se necesita inmolarse por una causa o regalar todo lo que tenemos. Alcanza con el esfuerzo de dar un poco de luz cada día, de alguna manera, a los demás. Con algo concreto, además de las palabras. Esto nos honra como seres humanos, nos da una tranquilidad profunda antes de partir al mundo de los sueños.

¡Hey despierta! Que si buscas bien en tu conciencia te darás cuentas que puedes iluminar, para ayudar a que se vean mejor los caminos y que haya alguien que llegue a buen puerto, para sentirte mejor con vos mismo, para saber que no eres uno más, sino alguien con luz propia.

Rafael Ton

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